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Mostrando entradas de junio, 2016

Legiones.

Cada vez entiendo más tu guerra, que curas a quien de verdad quieres y dejas sangrar al que odias.  Sé cómo coserías cada una de sus heridas, con hilo dorado, como si fuese una pequeña escultura que te hace sentir viva pero otros somos de barro, impuros simplemente despojos de lo que nunca quisiste, trozos de cada una de las batallas que libraste, trozos rotos mal ensamblados como un puzle deforme que siente y padece y que sangra cada vez que le miras. Con las heridas abiertas  y la aguja clavada pero sin un hilo que nos una, sin un hilo que nos teja el alma, porque solo somos eso… barro, puzles, ira, miedo, dolor, tristeza todo mal mezclado para que siempre seamos incapaces de amarnos y de amar. Seres corruptos, cenizos y despreciables.  Tierra que se quiebra, y agua que se ensucia, aire que muere y fuego apagado. Vieja hoguera apagada, legión de barro. 

Confesión.

El miedo te paraliza, el alma se te quiebra y no sabes qué hacer. Como de costumbre callas, dejas pasar el tren y no te atreves a saltar a las vías, cobarde y moribundo, dolorido, dañado, enterrado bajo todas esas palabras que se te quedan como ollín en la garganta, aquello que en un día fue fuego que brotó de la más inocente llama.  Ahí de nuevo, tumbado, con el pecho hundido, la mirada perdida y las manos temblorosas, un títere en manos del miedo, presa de algo que te acecha desde dentro, que te desgarra sin verlo y sin ser capaz de entender qué quieres, qué pides, qué buscas… Las piernas te tiemblan y la mirada se te vuelve vidriosa, fría como los critales húmedos por la lluvia, y sin quererlo te conviertes en un océano de incertidumbre, de miedo, de vacío…  Ya no tienes tormenta, ni sirena, ni faro, eres océano y sin querer te ahogas a ti mismo, eres océano y ahogas al resto, eres océano azul, triste, enfurecido.