Harakiri.
Tengo el puño cerrado, como si pudiese retener algo dentro, por pequeño o fragil que fuese, igual alguna mirada tuya o simplemente un abrazo en una calle vacía. Abro la mano y no me queda nada, vacío, y duele que sea costumbre, que todo este vacío sea rutina de vida, vacío por inercia. Tú no estás y no paro de buscarte y de encontrarte en cada gota de lluvia, en cada trueno, en cada palabra y cada silencio. Y de nuevo, cierro el puño, tengo una sonrisa tuya, lo abro, vacío. Cierro el puño y destrozo cada recuerdo con los nudillos, yo sangro pero parece que ellos son más fuerte que yo. De nuevo abro la mano, vacío y gotas de sangre una lágrima y todo vuelve a empezar.