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Amargo.

Y dices que los inviernos son fríos pero este Diciembre se ha hecho tan corto que puedo ver un horizonte de primavera, y siento el miedo de que todo lo que no he sido capaz de congelar se me deshaga entre los dedos; tan etéreo, falso, intangible e irreal todo aquello que no tengo todo lo que no siento todo lo que odio y verso en un beso tan transparente y difuso que desaparece sin existir siquiera, y todo ello se congela en un instante en el que tu cigarro se enciende con el fuego de un mechero barato y el café se endulza tan lentamente que parece una eternidad, y sin embargo tú ya no recuerdas nada de lo que realmente ha existido y yo construyo futuros en los que cambias el cigarro por un beso y el café por una cama caliente.

Esperanza.

Una caricia suave,  tus dedos  enrredados  entre mi pelo,  cierro los ojos,  el aire es frío  y el cielo más azul que de costumbre,  ahora soy paz soy calma soy silencio.  Abro los ojos,  sigues aquí y yo no estoy soñando. 

Otoño.

He cristalizado todos los recuerdos donde tú y tus labios decían que no me querías que gritaban, que me pedían irme, alejarme para no verte llorar. He despertado entre las sábanas que nunca compartí contigo, he despertado del sueño que me dejaba atrapado entre tus manos, he despertado tan solo, tan frío tan jodidamente roto… No quiero soñarte más y no quiero despertar, no quiero escribirte si no es cuando el invierno me cala tan profundo que todo en mí se congela.

Errante.

Toda la ciudad conspira contra mí; todas las ventanas  se humedecen,  de estación  en estación nadie puede verlo nadie lo siente.  Condúceme,  dónde pueda respirar,  dónde me quede aliento.  Conduce  en silencio y deja  que suenen todas las  palabras que llevo dentro,  pequeños cristales rotos,  finales de una botella palabras ahogadas afiladas y tan azules como este océano que llevo dentro; sé mi ancla,  mi atlántida mi tormenta mi otoño.  Dispárame mientras duerma;  despiértame y dime  que no sigo aquí,  llora si me voy.  Qué extraño,  demasiadas cicatrices  y no tengo tanto pasado; veo el mar, aquí borracho de tanto imaginar que estabas aquí. 

Olas y sirenas.

Tener miedo  de llegar a buen puerto de que suba la marea  de que tú no me esperes en tierra firme.  Miedo,  de quedarme anclado en mitad de ti y terminar hundiéndome  de tristeza.  Llanto desesperado, en mitad de la tormenta un mar que no me desea una ciudad que se ahoga bajo las olas unos sentimientos que no flotan y un barco sin velas.  Tener miedo,  de no saber como terminar cada palabra que escribo de que me odies sin motivo  de que me quieras  demasiado.  Miedo azul,  en mitad de ninguna parte con los pies de plomo y los pulmones encharcados. 

Hogueras.

Un filo en la garganta la sangre se inquieta y las palabras brotan,  las lágrimas corren  una carrera contrarreloj contra un tren  que ha perdido el control, una Guerra Santa cruzada de enmascarados; un corazón encadenado  un otoño eterno  un fuego roto  un mar desubicado  una triste historia de libertad. 

Días de Tormenta.

La ventanilla del coche se moja, las gotas golpean con fuerza, tú ya has dicho aquello y de repente he retrocedido, he caminado hacia atrás para ver como lloras y sales corriendo, cierro el puño, tengo miedo de todo, ahora se ha roto el círculo y todo esto es metralla ardiendo, tus palabras son puñales. Pierdo el control, y todo da vueltas, cierro el puño, estoy aquí otra vez, la ventanilla del coche se vuelve a mojar pero tú callas, mientras las gotas se suicidan contra el cristal, sonido seco para tanta lluvia. El cristal se moja, cierras los ojos, cierro el puño. El alma me llora. 

Filosofía de cartón.

Qué tratas de decirme cuando callas, cuando bajas la mirada para que no se encuentre con la mía, qué tratas de decir cuando desapareces de mi lado meses para volver y quebrarme de nuevo, qué tratas de decir cuando hablas nerviosa, qué tratas de decirme cuando todo duele, cuando tú dueles.  Qué sientes cuando todo se rompe a tu alrededor, cuando yo me rompo en mil olas, cuando no soy más que océano azul, dime ahora que tienes la mirada vacía qué sientes cuando le miras.  Tengo heridas que me dejaste y no las curo por si algún día vuelves para abrirlas, para desgarrarme de nuevo, lentamente.  Yo solo puedo responderte en recuerdo, en pasado, en un pretérito dolorosamente agrio porque desde que te fuiste es el único idioma que hablo. 

Legiones.

Cada vez entiendo más tu guerra, que curas a quien de verdad quieres y dejas sangrar al que odias.  Sé cómo coserías cada una de sus heridas, con hilo dorado, como si fuese una pequeña escultura que te hace sentir viva pero otros somos de barro, impuros simplemente despojos de lo que nunca quisiste, trozos de cada una de las batallas que libraste, trozos rotos mal ensamblados como un puzle deforme que siente y padece y que sangra cada vez que le miras. Con las heridas abiertas  y la aguja clavada pero sin un hilo que nos una, sin un hilo que nos teja el alma, porque solo somos eso… barro, puzles, ira, miedo, dolor, tristeza todo mal mezclado para que siempre seamos incapaces de amarnos y de amar. Seres corruptos, cenizos y despreciables.  Tierra que se quiebra, y agua que se ensucia, aire que muere y fuego apagado. Vieja hoguera apagada, legión de barro. 

Confesión.

El miedo te paraliza, el alma se te quiebra y no sabes qué hacer. Como de costumbre callas, dejas pasar el tren y no te atreves a saltar a las vías, cobarde y moribundo, dolorido, dañado, enterrado bajo todas esas palabras que se te quedan como ollín en la garganta, aquello que en un día fue fuego que brotó de la más inocente llama.  Ahí de nuevo, tumbado, con el pecho hundido, la mirada perdida y las manos temblorosas, un títere en manos del miedo, presa de algo que te acecha desde dentro, que te desgarra sin verlo y sin ser capaz de entender qué quieres, qué pides, qué buscas… Las piernas te tiemblan y la mirada se te vuelve vidriosa, fría como los critales húmedos por la lluvia, y sin quererlo te conviertes en un océano de incertidumbre, de miedo, de vacío…  Ya no tienes tormenta, ni sirena, ni faro, eres océano y sin querer te ahogas a ti mismo, eres océano y ahogas al resto, eres océano azul, triste, enfurecido. 

Harakiri.

Tengo el puño cerrado, como si pudiese retener algo dentro, por pequeño o fragil que fuese, igual alguna mirada tuya o simplemente un abrazo en una calle vacía. Abro la mano y no me queda nada, vacío, y duele que sea costumbre, que todo este vacío sea rutina de vida, vacío por inercia. Tú no estás y no paro de buscarte y de encontrarte en cada gota de lluvia, en cada trueno, en cada palabra y cada silencio.  Y de nuevo, cierro el puño, tengo una sonrisa tuya, lo abro, vacío.  Cierro el puño y destrozo cada recuerdo con los nudillos, yo sangro pero parece que ellos son más fuerte que yo.  De nuevo abro la mano, vacío y gotas de sangre una lágrima y todo vuelve a empezar. 

Grita.

De ruinas va la historia, de construir encima de lo que ya existía, imponerse y alzarse victorioso sobre los que ahora son sustrato, abono para las posteridad.  De ruinas va nuestras historias, de escribir encima de donde ya hay un poema, de sacar a golpes de tinta y sangre lo que te han grabado hasta los huesos. De ruinas, caminos, carreteras y puentes van todas nuestras historias, la tuya, la mía, qué más dará una más que una menos porque cuando querramos amar lo que nunca tuvimos, será cuando ya seamos ruinas, anhelos y carreteras que llegan a su final.  De ruinas, de putas ruinas van nuestras historias, de como encima de la coraza construyes cien más, de como levantas sobre tus heridas una fortaleza inexpugnable y a base de golpe y martillo forjas mil armas para simplemente defender laa ruinas de lo que una vez fue amor, de lo que una vez y una sola vez quisiste. De eso trata esto de reconstruirnos. De historias, cicatrices, fortalezas y cenizas. Solo cenizas. 

Mecánica.

Roza su piel, nota el aire frío y cierra los ojos. Seguro entre sus manos; se acerca a sus labios y besa suavemente, sonríe y de pronto todo oscurece. Él despierta, ella no le ha besado y él no la ha besado, se despiden de forma incómoda. Él ahora corre, con el corazón en una mano y un agujero en el pecho en el que se puede leer la palabra "dolor". Sigue corriendo, está despierto y no quiere volver a soñar, está despierto y no quieres escribir más, está despierte y sigue siendo el mismo, inseguro, frío y maníatico chico que una vez besó cartas y dijo "te quiero" sin tener miedo a las consecuencias. El mismo chico vacío. Y ahora más que nunca, roto. 

Pandora.

El débil se resiente, con las rodillas en el suelo suplica a Madre que su muerte llegue ya, un rosario sangriento cuelga de sus manos, las plegarias se silencian bajo un manto de pólvora, sangre a la sangre y del polvo a la tierra. El débil yace en el suelo, otra vida en vano, mera existencia, el corazón no se esfuerza, el aliento no llega, muere y a nadie le importa; un alma teñida de alcohol barato, arde con facilidad la desgracia mientras termina el sueño profundo.  El débil ha muerto, carroña cobarde, sentimiento reprimido, odio etílico. La historia se repite, del polvo a la tierra, y de la tierra a tres metros bajo el suelo. Un ramo de alambrada de espino yace sobre su cuerpo, falso mártir y falso hombre.  Cajón de madera y raíces profundas; el débil ha muerto, suya esla tierra que ahora devoran los gusanos de sus entrañas, dueño soterrado de cuanto conocía.  Una cruz más pero a nadie le importa, nadie llora por él.  Pandora abrió la caja y desgraciado de él que la besó.  'San

Deberes.

Te debo  un billete vuelta pero parece que compré el de ida y sin más  te fuiste,  lejos,  tan lejos  que ni tu perfume distinguía y es que desde entonces aquí solo huele a  vacío humo gris que se filtra  lento y silencioso,  vacío profundo.  Daños colaterales desde que te fuiste,  enfermo,  sin más síntomas que el de  dormir solo cuando incluso  estás cerca de mi.